Karlovy Vary, Ciudad Balneario

Llegamos a Karlovy Vary sanos y salvos, el conductor que nos lleva de excursión junto a nuestra guía y dos “ladys” que vienen nada más y nada menos que de Nueva Zelanda a pasar unos meses viajando por Europa, es un poco temerario…o mejor dicho, muy mal conductor (todavía veo acercarse ese camión…uff)

La guía, una joven estudiante checa que habla perfectamente español (e inglés con las “ladys”) porque vivió un año en Mallorca (donde paso mucho calor, pera vaya, que gusto con la ola de frío que azota en estos momentos España), nos adentra en la historia de esta Ciudad Balneario, fundada por Carlos IV de Luxemburgo (de ahí su nombre) y que se ha convertido en el más famoso y conocido balneario de la República Checa.

Empezamos a caminar por una calle ¡¡¡donde no se puede fumar!!! Libre de humos, para los no fumadores como yo, genial, pero para los demás, bueno, sólo son unos metros…A la izquierda el hotel donde se celebra cada julio el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary. Alzando la vista se ve la única piscina termal donde te puedes bañar gratuitamente…uhmm, no nos hemos traído ni el traje de baño ni el albornoz, y lo más importante, hace frío y aunque dentro se debe estar calentito ¿qué pasa cuando salgas?, además hay que subir ahí arriba ¿cómo?, descartamos esa opción y seguimos caminando.

La gente lleva unos jarritas para beber de las fuentes termales que puedes comprar en cualquier tienda de la ciudad. Nosotros tenemos unos vasos de plástico que nos ha dado nuestra guía para probar estas aguas que dicen ser medicinales.

Llegamos a la primera fuente, llenamos el vaso, bien lleno, ya que parece ser que el tratamiento consiste en tomar unos 2 litros diarios durante una semana, y claro, nosotros sólo vamos a estar un día y ¡hay que aprovecharlo! Le damos un buen sorbo, sabor malo, temperatura caliente…muy caliente, y tanto, la placa del suelo indica 60ºC, esperemos que la siguiente fuente este más fria y tenga mejor sabor. Caminamos por una columnata (preciosa) hacía la segunda fuente, llenamos de nuevo el vaso, esta vez sólo un dedo (tampoco hace falta hincharse), vaya, peor que la primera, pero como es buena para los trastornos digestivos, un esfuerzo y para dentro. Tercera fuente, el agua que emana tiene un color rojizo, en esta sólo nos mojamos los labios… ¡y dicen que hay 12 como estas!

Seguimos con la visita y al fondo vemos un museo dedicado al famoso licor checo Becherovka (que seguro está más rico que el agua de sus fuentes), pero no nos detenemos en él, ya que nuestra siguiente parada es a la fuente más importante y antigua, Vrídlo, con una temperatura de 73ºC y una altura de 17 metros ¡increíble! De esta fuente esta claro que no se puede beber, pero han habilitado otras 3 fuentes al lado de menor altura donde puedes ir a degustar ese agua…pero, ya estamos saciados.

Terminada la visita a las fuentes termales nos adentramos por las preciosas calles de la ciudad admirando sus pintorescas casas de colores. Nos dirigimos hacía la iglesia ortodoxa de San Pedro y San Pablo, por fuera muy bonita y por dentro…pequeñita.

Después de comer, tiempo libre para pasear y hacer unas compras. Por todas partes venden obleas, rellenas de mil sabores y sobre todo ¡riquísimas!, así que nos vamos con cajas y cajas de obleas para toda nuestra familia y amigos.

Desde luego lo hemos pasado realmente bien, ahora sólo nos queda rezar para que nuestro conductor nos lleve sin sobresaltos de vuelta a Praga, que se encuentra como a unos 120 Km. de aquí…

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